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EL VACÍO

 

Es la nada y la nada es algo, es el espacio que permite la entrada de la luz, el que dispone la forma para ser contemplada, permite deleitar la belleza, hacer la distinción. Es tan importante el vacío como el objeto porque el uno se complementa con el otro, permite comprender el concepto de pender o de caer, el disfrutar el paso de la luz por el cristal, la piedra o la materia y recrear la mente con los rasgos y las variaciones. El vacío deja comprender los conceptos de tamaño y posición. Sin el vacío no se concibe el orden, la selección, el agrupamiento, el desplazamiento o la rotación. El vacío es el antes del comienzo de algo, el vacío es el cero, el cero es algo y antes del cero también es el vacío.
El vacío es el colchón invisible de los objetos que se acomodan según su forma. El vacío es la ausencia de lo que se tuvo, es el hueco que queda cuando ya no hay existencia o estado, el vacío es un campo de inexistencia para dar cabida a la existencia.

 

El vacío es absorbente, penetrable y relajado, espera pasivamente el ser ocupado. El vacío es algo que no se ve, que no se escucha, que no huele, que no se siente, que no se saborea pero que existe para poder disfrutar de los sentidos cuando las partículas viajan y rompen su silencio.

El vacío es descanso, es aquietamiento para dar paso al movimiento, el vacío abarca el todo y la nada.

Quizá es el cruce de partículas unas con masa otras sin ella para poder alternar en el viaje del tiempo, se sincronizan en un rompecabezas y si no hay vacío y es el todo y la nada un mismo cuerpo, el vacío está en mi mente.

(Tratando de entender la complicada física de un modo más simple y pensando en cómo me gusta el vacío cuando diseño, cuando creo, cuando arreglo, cuando observo…)

UNO DE TANTOS...

 

Iba cansado, desgastado, caminando por esa calle opaca de aquel barrio viejo; 
Hacía un frío que congelaba los huesos, miraba a todas partes y observaba a uno de sus lados, una cuadra de viejas prostitutas que mostraban sus sudorosos y gordos cuerpos para ganar algún centavo, al otro lado observaba a unos pequeños niños con pantalones rotos jugando con unos palos, y un poco más allá unos jóvenes que hacían una cancha de futbol con cuatro piedras y parecían divertirse a pesar de sus rostros muy pálidos y cuerpos absolutamente flacos.
Luego consumía su mirada en sí mismo y pensaba en el frío que sentía, pues el agua de los charcos se colaba por los agujeros de sus zapatos viejos, deseaba ansioso un café y un bizcocho que le calentaran y endulzaran un poco su fría y aburrida vida; evidentemente llegó a una cafetería, tenía sillas de colorines, se sentó y pidió sus soñados café y bizcocho, los saboreaba como el mejor manjar, cada trago de café, le calentaba la garganta y el estómago y luego se calentaba el resto de su cuerpo, el dulce del bizcocho en la lengua le daba la sensación de bienestar que debía aprovecharla hasta el máximo, pues sería su única comida. Sacó de su bolsillo molido por el uso $2000 pesos, le quedaban $400 pesos para el transporte a su casa, un inquilinato donde podía habitar una pieza; llegó a su triste pieza con menos frío y se acostó, había una nota en su butaca: “Te dejo esos zapatos que le sobran a mi hermano, ojalá te sirvan” Era un regalo de alguien que conocía un poco más acomodado que él y a veces la ropa que le sobraba se la regalaba.
Al otro día se vistió, se colocó los nuevos zapatos usados, ¡que gusto sentía! Sin ningún agujero, sus pies nadaban cómodamente en ellos, podía estirar dedo a dedo, salió y vio la luz del nuevo día, la cuadra de prostitutas no parecía tan fea, los chicos jugando lo hicieron sonreir, ya no sentía el agua en sus pies, ni frío, una luz se prendió en su corazón y agradeció que a aquel le hubieran sobrado esos deliciosos y cómodos zapatos.

 

Libro Magia de la Palabra, Festipal`Agua2010

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